La carga mental femenina o el “síndrome de la mujer agotada

Muchos, a pesar de sus cargas personales, han encontrado la paz y la esperanza cuando llegan al servicio de los demás

La carga mental derivada de la gestión de múltiples tareas vinculadas con roles culturalmente asignados y asumidos tradicionalmente por las mujeres ha sido un tema relevante en recientes artículos periodísticos y medios de comunicación.

 

Se ha hecho énfasis en el esfuerzo mental y el trabajo cognitivo que conllevan diversas actividades y tareas en el ámbito doméstico y familiar, que realizan mayoritariamente las mujeres, en comparación con las asumidas por los hombres.

 

La lista de tareas y preocupaciones que suele ocupar la mente de muchas mujeres es interminable. Además de las propias de su desempeño profesional o laboral, se añaden las propias del cuidado del hogar que recaen con mayor intensidad en ellas.

 

Algunas de estas tareas, sin pretender ser exhaustiva, abarcan desde garantizar una adecuada alimentación, vestimenta, mantenimiento del hogar y salud de los miembros de la familia, hasta realizar funciones de apoyo escolar, consejo y apoyo emocional, relaciones sociales o el mantenimiento de lazos familiares y comunitarios.

 

Si bien, asistimos a grandes avances en las condiciones tendentes a conseguir una mayor igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, especialmente en el ámbito laboral, las transformaciones en el ámbito personal y doméstico, no siguen un recorrido paralelo y se siguen generando diferencias de género con impacto en la salud y calidad de vida de las mujeres.

El concepto de carga mental surge en el ámbito del trabajo y la prevención de riesgos laborales. Se refiere a las demandas cognitivas o mentales que conlleva la realización de algunos trabajos y que afectan al bienestar físico y psicológico, que se pueden extrapolar al trabajo doméstico y familiar.

 

Entre las principales consecuencias de una inadecuada evaluación y gestión de la carga mental, destaca la fatiga mental, con disminución de la atención y la capacidad de concentración o la lentitud en procesamiento de información. Con el consiguiente aumento de la probabilidad de cometer errores o de que se produzcan accidentes laborales.

 

A nivel emocional, se incrementan reacciones displacenteras y síntomas de malestar como irritabilidad, nerviosismo, frustración, tristeza o ansiedad